Ahora Cath tiene que decidir si esta preparada para abrir su corazón a nueva gente y nuevas experiencias, y se está dando cuenta de que con el amor se aprende mucho más de lo que ella hubiera creído posible...

23 ago 2014

NUEVE.

      Cath tenía una hora o así libre antes de  irse a Omaha, y no le apetecía quedarse en la habitación. Hacía el típico día perfecto de Noviembre. Frío y húmedo, pero que no te congelabas, no helaba. Sólo lo suficientemente fríos como para justificar que llevase sus prendas favoritas, chaquetas, tejanos largos, y unos calentadores en los tobillos.
Ella se planteó ir a la biblioteca Union a estudiar, pero prefirió dar una vuelta por el pueblo de Lincoln. Cath casi nunca salía del campus; no había demasiadas razones para hacerlo. Salir del campus era como cruzar la frontera. ¿Qué haría si perdía su mochila, o si se perdía ella? Tendría que llamar al embajador…
Lincoln parecía mucho más un pueblo que Omaha. Había cines y pequeñas tiendas repartidas por el pueblo. Cath pasó por delante de un restaurante Tailandés, y por delante del famoso Chipotle. Se paró a cotillear en una tienda de regalos, y olió todos aceites aromáticos. Había un Starbucks cruzando la acera. Se preguntó si era el de Levi, y, un minuto después, cruzaba la calle.
Por dentro era exactamente igual que el resto de Starbucks en los que ella había estado. Quizás con algunos consejos profesionales más. Y con Levi moviéndose por detrás de la barra, sonriendo por algo que alguien estaba diciendo en su cabeza.
Levi llevaba una camisa negra sobre una camiseta blanca. Parecía como si acabara de cortarse el pelo, más corto por atrás, pero aún en punta y cubriendo su frente. Gritó fuerte el nombre de alguien, y le tendió la bebida a un señor que parecía un profesor de violín retirado. Levi se paró a hablar con el señor. Porque era Levi, y era una necesidad biológica para él.
- ¿Estás en la cola? – le preguntó una señora a Cath.
- No, pase. – Pero después Cath decidió que quizás ella también debería ponerse en la cola. No es que hubiera venido a observar a Levi en la selva. No sabía qué estaba haciendo aquí.
- ¿Puedo ayudarte? – preguntó el chico de la caja registradora.
- No, no puedes – dijo Levi, empujando al chico a la otra caja. – Yo me encargo de ella – Él sonrió en la dirección de ella – Cather.
- Hola – dijo Cath, poniendo los ojos en blanco. Ella pensaba que él no la había visto.
- Mírate. Toda abrigada. ¿Qué es eso, jerséis de piernas?
- Son calentadores de piernas.
- Llevas por lo menos cuatro tipos diferentes de abrigos.
- Esto es una bufanda.
- Te ves acalorada y sudada.
- Vale, lo pillo – dijo ella.
- ¿Has venido solo a decir hola?
- No – dijo ella. Él frunció el ceño. Ella puso los ojos en blanco, otra vez – He venido para beber café.
- ¿Qué café quieres?
- Café solo, grande.
- Hace frío fuera. Déjame traerte algo bueno.
Cath se encogió de hombros. Levi cogió una taza y empezó a ponerle sirope por dentro. Ella se esperó en la parte de pedidos, al lado de la máquina.
- ¿Qué haces esta noche? – preguntó él – Deberías venir con nosotros. Creo que vamos a hacer una fogata. Reagan viene.
- Me voy a casa – dijo ella – a Omaha.
- ¿Sí? – Levi la miró sonriente. La máquina hizo un ruido irritante. – Tus pares deben estar felices de eso.
Cath volvió a encogerse de hombros. Levi cubrió el café con una capa de crema batida. Sus manos eran largas, y más delgadas que el resto de él, un poco huesudas, con unas uñas cortas y cuadradas.
- Que tengas un buen fin de semana – dijo él, dándole la bebida.
- No he pagado todavía. – dijo ella. Levi levantó sus manos.
- Por favor, me insultas.
- ¿Qué es esto? – ella tumbó ligeramente el vaso para ver lo que había dentro.
- Mi propia creación, Pumpkin Mocha Breve, con poco Mocha. No intentes pedírselo a nadie más, nunca estaría tan bueno.
- Gracias – dijo Cath. Él sonrió otra vez. Ella tomó un paso hacia atrás, hacia la puerta – Adiós – dijo ella. Levi se movió para atender a la siguiente persona, sonriendo tan ampliamente como siempre.



La que llevó a Cath a Omaha era una chica llamada Erin, que había puesto una nota en el baño diciendo que bajaba este fin de semana a Omaha. De lo único de lo que hablaba era e su novio, que aún vivía en Omaha, que probablemente le ponía los cuernos. Cath no podía esperar a estar en casa.
Sintió una ola de optimismo correr por su cuerpo cuando vio que alguien había cortado el césped de la entrada de casa. Alguien que podía quedarse despierto toda la noche haciendo montañas de puré de patatas, pero que de vez en cuando tenía la cabeza suficientemente lúcida como para cortar el césped.
No era que su padre fuera a hacer eso, lo de las montañas de puré de patatas. No era su estilo, en absoluto.
Una barra de incendios des del ático. Viajes con la excusa “O ahora o nunca”. Quedarse despierto 3 noches porque había descubierto un maratón de Batalla interestelar en Netflix… Ese era el estilo de su locura.
- ¿Papá?
La casa estaba oscura. Debería estar en casa. Dijo que volvería pronto del trabajo.
- Cath – él estaba en la cocina. Ella corrió hacia él para abrazarle. Él le devolvió el abrazo como él lo necesitaba. Cuando ella se apartó, él sonrió. Con los ojos rojos, y todo.
- Esto está oscuro – sijo ella. Su padre miró la habitación como si acabara de entrar ahí.
- Tienes razón – Él caminó por toda la primera planta, encendiendo luces. Cuando empezó con las lámparas de pie, Cath las apagó detrás de él. – Yo sólo estaba trabajando en algo… – dijo él.
- ¿Para el trabajo?
- Para el trabajo – aceptó él, encendiendo inconscientemente una lámpara que ella acababa de apagar. – ¿Qué te parecen los Gravioli?
- Me gustan, ¿es lo que hay hoy para cenar?
- No, es mi nuevo cliente.
- ¿Tenéis la marca Gravioli?
- Aún no. Está pendiente. ¿Qué te parece?
- ¿Los Gravioli?
- Sí… – Él presionó los dedos de su mano izquierda contra la palma de su mano.
- Me gusta la salsa y, uhm… ¿Los raviolis?
- ¿Y te hace sentir…?
- Llena.
- Eso es terrible, Cath.
- Uhm… ¿Feliz? ¿Indulgente? ¿Confortada? ¿Doblemente confortada porque estoy comiendo dos comidas confortantes en un solo plato?
- Quizás… – dijo él.
- Me hace preguntarme qué más quedaría bien con esta salsa.
- ¡Ja! – dijo él – Posible.
Él empezó a alejarse, y ella supo que estaba buscando su libreta de esbozos.
- ¿Qué vamos a cenar? – preguntó Cath.
- Lo que quieras – dijo él. Después se paró, y se giró para mirarla, como si acabara de recordar algo. – No. Día de tacos. ¿Día de tacos?
- Vale. Conduzco yo. Hace meces que no conduzco. ¿A qué puesto vamos? Vayamos a todos.
- Hay por lo menos 7 puestos de tacos, en un radio de dos kilómetros.
- Pues venga – dijo ella – quiero estar comiendo burritos des de ahora hasta el domingo por la mañana.
Comieron sus respectivos burritos y vieron la tele. Su padre estaba garabateando esbozos en su libreta, y Cath estaba en el ordenador. Wren debería estar aquí con su portátil, también, mandándole mensajes instantáneos en vez de hablar
Cath decidió mandarle un e-mail.
Ojalá estuvieras aquí. Se ve bien a papá. Creo que no ha lavado los platos des de que nos fuimos. Bueno, creo que no ha utilizado ningún plato, aparte de vasos, desde que nos fuimos. Pero está trabajando. Y no se ha roto nada. Y sus ojos están en su puesto, ¿me entiendes? Da igual. Nos vemos, el lunes.
Vigila. Intenta que nadie te engañe con cloroformo.”
Cath se fue a la cama a la una. Volvió a bajar a las 3 para asegurarse que la puerta principal estaba cerrada con llave; hacía eso a veces, cuando no podía dormir, cuando nada se sentía suficientemente bien o en su sitio.
Su padre había llenado el salón de papeles con titulares o esbozos. Él estaba dando tumbos por ahí, como si estuviera buscando algo.
- ¿A la cama? – dijo ella.
A sus ojos les costó un tiempo encontrarla.
- A la cama. – dijo él, sonriendo gentilmente.
Cuando ella bajó a las 5, él estaba en su habitación. Ella pudo oírle roncar.



Su padre ya se había ido cuando ella bajó por la mañana. Cath decidió hacer limpieza general. Los papeles en el salón estaban separados en secciones. “Cestos” lo llamaba él. Estaban pegados a la pared y a las ventanas. Algunos papeles estaban rotos en trocitos por el suelo. Cath miró por encima de todas las ideas, y cogió un boli verde para dibujar una estrellita en sus favoritas. Cath era verde, Wren era roja.
Verlo todo caótico pero, aun así, ordenador por categorías, hizo que ella se sintiera mejor.
Su padre era un poco maniático. Sus pocas manías pagaban las facturas, le despertaba por las mañanas, y le daba esa magia especial que tenía su padre, siempre que él la necesitaba.
Cath miró en la cocina. La nevera estaba vacía. El congelador lleno de comida del Comidas Sanas, y de trozos de pastel del Mari Callender’s. Ella llenó el lavaplatos de vasos cucharitas y tazas de café sucios.
El baño estaba bien. Cath miró dentro de la habitación de su padre, y cogió más vasos.  Había papeles por todas partes, y ni siquiera estaban apilados. Montones de cartas, la mayoría sin abrir, siquiera. Ella supuso que su padre lo escondió todo en su habitación antes de que ella llegara. No tocó nada, excepto los vasos.
Después puso en el microondas uno de los potes de Comidas Sanas, lo comió sobre el fregadero, y decidió volver a la cama.
Su cama en casa era mucho más suave de lo que ella recordaba. Y sus almohadas olían muy bien. Y ella había echado de menos todos los posters de Simon y Baz. Había un enorme recorte de Baz a tamaño real, dejando al descubierto sus colmillos y sonriendo, colgando de la parte superior de su cama. Se preguntó si Reagan lo toleraría en su habitación. Quizás dentro del armario de Cath.



Ella y su padre hicieron cada una de las comidas de ese fin de semana en un puesto de tacos diferente. Cath tomó carnitas y  barbacoa, al pastor e incluso lengua. Ella lo comía todo empapado en salsa verde de tomatillo.
Su padre trabajaba. Así que Cath trabajaba con él, escribiendo más palabras de Carry on de las que había escrito en semanas. El sábado por la noche, ella aún estaba despierta a la una de la madrugada, pero se fue a la cama de manera exagerada, de modo que su padre se fuera también.
Después se quedó despierta una o dos horas más, escribiendo.
Se sentía bien estar escribiendo en su propia habitación, en su propia cama. Perderse en el Mundo de Mages, y no intentar encontrarse. No escuchar ninguna voz en su cabeza, a parte de las de Simon y Baz. Ni siquiera la suya.  Esta era la razón por la que Cath escribía la fanfic. Por estas horas en las que ese mundo suplantaba el mundo real. Cuando ella podía sumergirse en los sentimientos de ellos como en una ola.
Cuando llegó la noche del domingo, toda la casa estaba cubierta de papeles con bocetos, y de envoltorios de burrito. Cath preparó otro lavaplatos lleno de vasos, y tiró toda la basura.
Se suponía que tenía que encontrarse con su acompañante en la parte Oeste de Omaha. Su padre la estaba esperando al lado de la puerta para llevarla, haciendo sonar las llaves del coche en su bolsillo.
Cath intentó quedarse con esta imagen de él para tranquilizarse después. Él tenía el pelo castaño claro, del mismo color que el de Cath y Wren. Lo tenía igual que ellas, grueso y liso. Tenía una nariz redonda, un poco más larga y ancha que las suyas. Y los ojos eran de todos y de ningún color, como los de ellas. Es como si él las hubiera tenido sólo. Como si los tres se hubieran copiado el mismo ADN.
Sería una foto mucho más tranquilizadora si él no pareciera tan triste. Sus llaves estaban golpeando su pierna muy fuerte.
- Estoy lista – dijo ella.
- Cath… – el tono de su voz hizo que el corazón de ella se hundiera – Siéntate, por favor. Hay algo que tengo que contarte. Es rápido.
- ¿Por qué me tengo que sentar? No quiero tener que sentarme.
- Sólo… – él señaló hacia la mesa del comedor – Por favor.
Cath se sentó sobre la mesa, intentando no aplastar ningún papel y desordenarlo todo.
- No quería guardarme esto… – dijo él.
- Sólo… Dilo – dijo Cath – Me estás poniendo nerviosa. – Mucho peor que nerviosa, su estómago había subido hasta su tráquea.
- He estado hablando con tu madre.
- ¿Qué? – Cath se habría sorprendido menos si le hubiera dicho que había hablado con un fantasma. O con el Yeti. – ¿Por qué? ¿Qué?
- No hemos hablado de nosotros– dijo rápidamente, como si supiera que la idea de ellos dos volviendo a estar juntos era una perspectiva horrorosa – Sobre ti.
- ¿Sobre mí?
- Tú y Wren.
- Para – dijo ella – No le hables a ella sobre nosotras.
- Cath… Es tu madre.
- No lo parece.
- Escucha, Cath, ni siquiera sabes qué te voy a decir. – Cath había empezado a llorar.
- Me da igual lo que me vayas a decir. – Su padre decidió que lo mejor sería seguir hablando.
- Le gustaría veros. Le gustaría conoceros un poco mejor.
- No.
- Cariño, ha pasado por mucho.
- No – dijo Cath – No ha pasado por nada – Era verdad. La madre de Cath nunca había estado ahí – ¿Por qué estamos hablando de ella?
Cath podía oír las llaves de su padre sonar en su bolsillo otra vez, golpeando la parte de debajo de la mesa. Ellos necesitaban a Wren ahora mismo. Wren no se ponía nerviosa. Ni lloraba. Wren no dejaría que él siguiera hablando sobre esto.
- Es vuestra madre – dijo él – Y creo que deberíais darle una oportunidad.
- Se la dimos. Al nacer. No quiero hablar más de esto – Cath se levantó demasiado rápido, y uno de los montones de papeles se derrumbó.
- Quizás podemos hablar de esto el Día de Acción de Gracias. – dijo él.
- Quizás podemos no hablar de esto del Día de Acción de Gracias, de modo que no arruinemos ese día. ¿Se lo dirás a Wren?
- Ya se lo dije. Le mandé un e-mail.
- ¿Y qué dijo?
- No mucho, que ya se lo pensaría.
- Bueno, yo no voy a pensármelo – dijo Cath – Ni siquiera puedo pensar sobre esto.
Se levantó de la mesa y empezó a recoger sus cosas, necesitaba algo con lo que mantener sus manos ocupadas. No debería haberles hablado de esto en separado. No debería haberles hablado de esto, en absoluto.




El viaje a la parte este de Omaha con su padre fue miserable. Y el viaje de vuelta a Lincoln fue aún peor.

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Vale, perdonad por tardar tanto en colgar algo nuevo. Estoy estudiando para las recuperaciones y casi no tengo tiempo de traducir. La semana que viene no voy a pode colgar porque son las fiestas de mi pueblo y bueno, voy a estar fuera todo el día. Intentaré colgar dos capítulos de aquí dos semanas. Comentad qué os parece la historia! ¿Qué pasará con la madre de Cath? Os quiero :3

9 ago 2014

OCHO.

- ¿Has empezado ya tu escena?
Estaban en el almacén de la biblioteca, el almacén del almacén, y hacía más frío de lo habitual, el viento hacía que el flequillo de Nick bailara por su frente. “¿El de los chicos también se llama “flequillo”?” se preguntó Cath.
- ¿Por qué hace viento aquí dentro? – preguntó ella.
- ¿Por qué hace viento en cualquier parte? – respondió Nick. Esto la hizo reír.
- No lo sé, ¿mareas?
- ¿Cuevas de viento?
- Ni siquiera es viento – dijo Cath – es lo que sentimos cuando el tiempo se sacude hacia delante. – Nick le sonrió. Sus ojos eran delgados pero oscuros, del mismo color que el interior de su boca.
- Los especializados en inglés sois unos inútiles. – dijo moviendo sus cejas nerviosamente. Después, él le dio a ella un golpe con el hombro – Así que… ¿Has empezado tu escena? Seguro que ya la has acabada. Eres jodidamente rápida.
- Practico mucho. – dijo ella.
- ¿Practicas la escritura? – Por un momento ella pensó en decirle la verdad. Lo de Simon y Baz. Lo de colgar un capítulo cada día y tener treinta y cinco mil votos en cada uno… – Escribo un diario – dijo ella – cada mañana, para relajarme. ¿Has empezado tu escena?
- Sí – dijo Nick. Estaba dibujando remolinos en el margen de la libreta – tres veces… Sólo… No estoy seguro de este trabajo.
La profesora Piper quería que escribieran una redacción con un narrador informal. Cath la había escrito des del punto de vista de Baz. Era una idea sobre la que ella llevaba un tiempo pensando; algún día lo convertía en una fanfic real, algún día, cuando acabara Carry On.
- Esto debería estar chupado para ti – dijo Cath, golpeando el hombro de Nick, más suavemente que él. – Todos tus narradores son increíbles.
Nick le había dejado leer algunas di sus historias cortas y los primeros capítulos de una novela que él empezó cuando era de primer año. Todo esto era oscuro, y mucho más sucio y mugriento de lo que ella sería capaz de escribir, pero, aun así, divertido. Y adictivo, en algún modo. Nick era bueno.
A ella le gustaba sentarse a su lado y ver como todas esas cosas geniales eran creadas por sus manos. Ver las bromas salir en tiempo real. Ver cómo hacía encajar las palabras.
- Exacto… – dijo él, lamiendo su labio superior. Prácticamente no tenía labio superior, solamente tenía una fina línea roja – Por eso creo que tengo que hacer algo aún más increíble esta vez.
- Vamos – Cath tiró de la libreta – Me toca.
A Nick siempre le costaba soltar la libreta.
La primera noche que ellos trabajaron juntos en su historia extracurricular, Nick apareció con 3 páginas que había escrito en sus tiempos muertos.
- Eso es trampa – dijo Cath cuando lo vio.
- Es el primer empujón – dijo él – para que nos sea más fácil continuar.
Ella cogió la librea y escribió sobre y entre sus palabras, poniendo nuevos diálogos en los márgenes y tachando algunas líneas que iban demasiado lejos. A veces Nick abusaba demasiado de su estilo. Después, ella añadió algunos parágrafos suyos.
Empezaba a ser más fácil escribir sobre papel, aunque Cath seguía echando de menos su teclado…
- Necesito hacer copiar y pegar. – le decía a Nick
- La próxima vez – contestaba él – Trae las tijeras.
Ahora se sentaban uno al lado del otro cuando escribían, para que fuera más fácil leer y escribir durante el turno del otro. Cath se sentaba en el lado derecho de Nick, de manera que sus manos no se chocaran mientras se corregían mutuamente.
A Cath le hacía sentirse un poco como una parte de un monstruo de dos cabezas. Una carrera a tres piernas.
Le hacía sentirse en casa.
Ella no estaba segura de lo que Nick sentía…
Ellos hablaban, mucho, antes de la clase, y durante la clase, Nick se balanceaba hacia atrás con la silla para hablar. A veces, después de clase, Cath hacía como que tenía que pasar por Bessey Hall, donde estaba la siguiente clase de Nick, incluso cuando no había nada pasado el Bessey Hall, excepto el campo de fútbol. Gracias a Dios, Nick nunca preguntó a dónde iba.
Él tampoco preguntaba nada de eso cuando salían de la biblioteca por la noche. Siempre se paraban en las escaleras por un minuto mientras Nick se ponía la mochila en la espalda, y se ataba la bufanda azul alrededor de su cuello.
- Te veo en clase – decía después de ponerse la bufanda, y se iba.
Si Cath supiera si Levi estaba en su habitación, le llamaría y esperaría a que llegara a recogerla. Pero la mayoría de noches marcaba el 911 en el móvil, y corría de vuelta a la habitación, con el dedo sobre el botón de llamada.



Wren estaba haciendo algún tipo de dieta rara.
- Es la dieta de las perras delgadas – dijo Courtney.
- Es ser vegano – aclaró Wren.
Hoy era Viernes de Fajitas en el Selleck. Wren tenía un plato lleno de pimientos verdes y cebolla a la parrilla, y dos naranjas. Llevaba unas semanas comiendo cosas así.
Cath se preocupaba por ella. Wren llevaba ropa que Cath se había puesto algunas veces, así que sabía cómo quedaba. El jersey de Wren aún estaba ajustado por la parte de su pecho; sus tejanos aún estaban demasiado bajos en su culo. Wren y ella tenían un culo grande, a Cath le gustaba llevar camisetas y jerséis que llegaran hasta su cadera. Wren prefería vestir cosas que llegaran sólo hasta la cintura.
- Te ves igual – dijo Cath – Te sigues pareciendo a mí, y mira lo que estoy comiendo – Cath estaba comiendo Fajitas de ternera con salsa agridulce y tres tipos de queso.
- Sí, pero tú no bebes.
- ¿Eso forma parte de la dieta de las perras delgadas?
- Somos perras delgadas durante la semana – dijo Courtney – Y perras borrachas durante los fines de semana. – Cath intentó hacer coincidir su mirada con la de Wren.
- Yo no creo que quiera aspirar a ser ningún tipo de perra.
- Demasiado tarde – dijo Wren, y cambió de tema – ¿Quedaste con Nick anoche?
- Sí – dijo Cath, y sonrió. Ella intentó convertirlo en una sonrisa de satisfacción, pero eso hizo que su nariz se arrugara como la de un conejito.
- ¡Oh, Cath! – dijo Courtney – Estábamos pensando que nosotras podríamos hacer que pasamos casualmente por la biblioteca alguna noche, y nos los presentas. ¿Los Martes y los Jueves, no?
- No. Ni de coña. No,  no,  no. – Cath miró a Wren – No. ¿Vale? Di vale.
- Vale – Wren apuñaló uno de los pimientos con su tenedor, y se lo llevó a la boca – Pero, ¿qué problema hay?
- No hay ningún problema – dijo Cath – pero si vinierais, podría parecer un gran problema. Destrozarías mi estrategia de: “Hey, que tal, ¿quieres quedar? Ah, guay”.
- ¿Tienes una estrategia? – preguntó Wren – ¿Implica besarte con él?
Wren no dejaría en paz el tema de los besos. Des de que Abel se deshizo ce Cath, Wren estaba todo el día sobre ella diciéndole que persiguiera sus pasiones, y que liberara la bestia que había dentro de ella.
- ¿Qué tal él? – decía ella, señalando a algún chico guapo mientras hacían cola para la comida – ¿Quieres besarle?
- No quiero besar a ningún desconocido – Contestaba Cath – No estoy interesada en unos labios sin contexto.
Sólo era verdad en parte.
Desde que Abel cortó con ella… Des de que Nick había empezado a sentarse a su lado… Cath seguía notando cosas.
Chicos.
Muchos Chicos.
Por todas partes.
En serio, por todas partes. En sus clases. En el consejo de estudiantes. En el dormitorio, en las plantas por encima y por debajo de la suya. Y ella podría jurar que no se parecían en absoluto a los del instituto. “¿Cómo podía un año marcar tanta diferencia?”. Cath se encontraba a si misma mirando sus cuellos, y su manos. Ella había encontrado la fuerza de sus mandíbulas, la manera en la que sus pechos sobresalían de sus camisetas, su pelo…
Las cejas de Nick llegaban casi hasta el comienzo de su pelo, y sus patillas invadían parte de sus mejillas. Cuando ella se sentaba detrás de él en clase, ella podía ver el movimiento debajo de la camiseta de los músculos de su hombro izquierdo mientras escribía.
Incuso Levi era una distracción. Una casi constante distracción. Con su largo y bronceado cuello. Y su nuez moviéndose por su cuello cuando él se reía.
Cath se sentía diferente. Convertida. Loca por los hombres, incluso si ninguno de estos parecía realmente un hombre. Y, por una vez, la última persona con la que quería hablar sobre esto, era Wren. Todos era la última persona con la que Cath quería hablar de esto.
- Mi estrategia – le dijo a Wren – es asegurarme de que no conozca a mi más bonita y delgada hermana gemela.
- No creo que importase – dijo Wren. Cath notó que ella no estaba discutiendo la parte de “más bonita y delgada” – Parece que le gusta cómo piensas, tu cerebro. Y yo no tengo tu cerebro.
No lo tenía. Y Cath no entendía eso en absoluto. Tenían el mismo ADN.  El mismo carácter, y la misma educación. Cualquier diferencia entre ellas, no tenía sentido.
- Ven a casa conmigo este fin de semana – dijo Cath de repente. Ella se iba a Omaha esa noche. Wren ya le había dicho que no quería ir. – Sabes que papá nos echa de menos. – dijo Cath – Vamos. – Wren miró a su bandeja.
- Ya te lo he dicho, tengo que estudiar.
- Hay un partido aquí este fin de semana – dijo Courtney – No tendremos que estar sobrias hasta el lunes a las 11.
- ¿Has llamado a Papá, siquiera? – preguntó Cath.
- Nos hemos mandado correos – dijo Wren – se le ve bien.
- Nos echa de menos.
- Se supone que tiene que echarnos de menos, es nuestro padre.
- Sí – dijo Cath suavemente – pero él es diferente.
Wren levantó la cabeza, y miró a Cath, diciendo que no suavemente con su cabeza. Cath se levantó de la mesa.
- Será mejor que me vaya, tengo que pasar por la habitación antes de ir a clase.



Cuando la profesora Piper pidió sus redacciones esa tarde, Nick cogió la de Cath de su mano. Ella cogió de nuevo su hoja. Él levantó una ceja.
Ella le guiñó el ojo, y sonrió. Hasta pasado un rato no se dio cuenta que le estaba enseñando una de las sonrisas de Wren. Una de sus evangélicas sonrisas.
Nick presionó su lengua contra su mejilla, y miró a Cath durante un segundo, antes de darse la vuelta. La profesora Piper cogió el papel de la mano de Cath.
- Gracias, Cath. – Ella sonrió ampliamente y apretó el hombro de Cath – Casi no puedo esperar a leerlo.
Nick negó con la cabeza ante esto. Con sus labios dijo “Mimada” aunque no emitió ningún sonido.

Cath se planteó alargar sus manos a la parte trasera de la cabeza de Nick, y acariciarle el cabello hasta llegar a su espalda. 

27 jul 2014

SIETE.

Cuando Cath vio el nombre de Abel en la pantalla de su teléfono, ella automáticamente pensó que era un mensaje, incluso cuando era obvio que la estaba llamando.
Abel nunca la llamaba.
Se mandaban correos. Se mandaban mensajes, se habían mandado un mensaje justo anoche. Pero nunca hablaban en serio, excepto cuando era en persona.
- ¿Hola? – contestó ella. Estaba esperando en un banco fuera del Adrews Hall, frente al edificio de inglés. Realmente hacía demasiado frío como para estar esperando fuera, pero a veces Nick llegaba un poco antes, y comentaban sus trabajos, o hablaban de la historia que estaban escribiendo, que se estaba volviendo una historia de amor corriente, Nick la estaba convirtiendo en eso.
- ¿Cath? – la voz de Abel era ronca y familiar.
- Hola – dijo Ella, sintiéndose cálida, de repente. Sorprendentemente. Quizás sí que había echado de menos a Abel. Ella seguía evitando a Wren, Cath no había comido en el comedor del Selleck des de que Wren la llamó estando borracha. Quizás Cath sólo extrañaba estar en casa. – ¿Cómo estás?
- Estoy bien – dijo él – Ya te dije anoche que estaba bien.
- Bueno, ya, lo sé. Pero es diferente en el teléfono.
- Eso es exactamente lo que dijo Katie – dijo Abel, sobresaltado.
- ¿Quién es Katie?
- Katie es la razón por la que te llamo. Ella es… Como… La única razón por la que te llamaría. – Cath levantó la cabeza de repente.
- ¿Qué?
- Cath, he conocido a alguien – dijo él. Lo dijo así. Como si estuviera en una telenovela o algo.
- ¿Katie?
- Sí. Y es, uhm, me ha hecho ver que… bueno, que lo nuestro no es real.
- ¿A qué te refieres?
- Me refiero a nuestra relación, Cath, no es real – ¿Por qué él decía tanto su nombre?
- ¡Claro que es real! Abel, hemos estado saliendo 3 años.
- Bueno, cómo saliendo.
- No, no “cómo saliendo”. Saliendo, en serio. – dijo Cath
- Bueno… Como sea – su voz parecía firme – He conocido a alguien. – Cath se giró de espaldas al edificio, y se apoyó en él.
- Katie.
- Y es más real. – dijo él – Sólo estamos… Juntos, ¿sabes? Podemos hablar de todo, ella también es informática. Y tuvo un 8.2 sobre 10 en la selectividad.
Cath tuvo un 8.
- ¿Estás rompiendo conmigo porque no soy suficientemente lista?
- Esto no es una ruptura. No es que estuviéramos realmente juntos.
- ¿Eso es lo que le dijiste a Katie?
- Le dije que nos estábamos distanciando.
- Sí – espetó Cath – Porque la única vez que me llamas es para cortar conmigo. – pateó la pared del edificio, y se arrepintió al instante.
- Cierto. Cómo si tú me llamaras todos los días.
- Lo haría si tú quisieras que lo hiciera – dijo ella.
- ¿Lo harías? – Cath volvió a patear la pared.
- Quizás. – Abel suspiró. Parecía más exasperado que nada, más exasperado que triste o mal.
- No hemos estado juntos en serio desde tercero de la ESO. – Cath quería discutir con él, pero no podía pensar en nada convincente. “Pero tú me llevaste al baile de fin de curso” pensó ella “Pero tú me enseñaste a conducir
- Pero tu abuela siempre me hacía el pastel “Tres Leches” por mi cumple.
- Lo hace igualmente para la pastelería.
- Bien – Cath se giró y apoyó la frente en la pared. Ella deseaba poder llorar, sólo para que él se sintiera un poco mal por ello – Apuntado. Lo tengo apuntado. No estamos cortando, pero hemos acabado.
- No hemos acabado – dijo Abel – Seguiremos siendo amigos. Seguiré leyendo tú fanfic. Katie también la lee. Quiero decir, siempre la ha leído. ¿No es una coincidencia alucinante?
Cath negó con la cabeza, estaba sin palabras.
Después Nick apareció por la esquina del edificio y la saludó del mismo modo que siempre lo hacía, mirándola a los ojos y levantando la cabeza. Cath levantó la barbilla en respuesta.
- Sí – le dijo al teléfono – Coincidencia.
Nick había dejado su mochila en un montón de piedras, y estaba buscando algo entre sus libros y libretas. Llevaba la chaqueta desabrochada, y, tal como estaba inclinado, ella podía entrever lo que había debajo su camiseta. Algo así como unos pocos centímetros de piel blanca, y espeso pelo negro.
- Tengo que irme – dijo ella.
- Oh – dijo Abel – Vale. ¿Aún quieres que quedemos por Acción de Gracias?
- Tengo que irme. – dijo ella, y cortó la llamada.
Cath tomó una respiración lenta. Se sentía mareada y tensa, como si algo demasiado grande estuviera intentando salir de sus costillas. Ella volvió a apoyarse contra la pared, y miró abajo, a la parte superior de la cabeza de Nick. Él miró hacia arriba y le sonrió de lado, sacando de la mochila unas cuantas hojas de papel.
- ¿Leerás esto? No estoy seguro de si apesta, o es maravilloso. Probablemente sea maravilloso. Dime que es maravilloso, ¿vale? Si no apesta, claro.



Cath le mandó un mensaje a Wren justo antes de que empezara la clase de Escritura de Ficción, escondiendo su teléfono detrás de los anchos hombros de Nick.
Abel ha roto conmigo.”
“Oh dios. Lo siento. ¿Quieres que hablemos?”
“Sí. ¿A las 5?”
“Vale. ¿Estás bien?”
“Creo que sí. El fin de mesa se finaliza”



- ¿Ya has llorado?
Ellas estaban sentadas en la cama de Cath, comiendo las últimas barritas energéticas.
- No. No creo que vaya a hacerlo. – Wren mordió su labio. Literalmente.
- Dilo. – Cath dijo.
- No creo que deba decirlo. Nunca pensé que no decirlo sería tan satisfactorio.
- ¡Dilo!
- ¡No era tu novio! Nunca te gustó de esta manera. – Wren empujó a Cath tan fuerte que Cath cayó sobre la cama. Cath rio y se volvió a sentar, envolviendo sus rodillas con sus brazo.
- Pensaba que me gustaba, en serio.
- ¿Cómo podías pensar eso? – Wren también estaba riendo.
Cath se encogió de hombros.
Era jueves por la noche, y Wren ya iba vestida para salir. Llevaba sombra de ojos verde claro, que hacía que sus ojos fueran más verdes que azules, y sus labios era de un rojo brillante. Su pelo corto estaba dividido en un lado, y peinado glamurosamente hacia el otro lado por su frente
- En serio. – dijo Wren – Sé que sabes qué es el amor. He leído mil veces cómo lo has descrito de mil maneras diferentes. – Cath hizo una mueca.
- Eso es diferente. Eso es fantasía. Eso es… ‘Simon llamó a Baz, y su nombre parecía magia en sus labios.’.”
- No es fantasía completamente. – dijo Wren.
Cath pensó en los ojos de Levi cuando Reagan bromeaba con él.
Ella pensó en Nick lamiendo sus cortes, aunque bien puestos dientes con la punta de su lengua
- No puedo creer que Abel me dijera su nota en la selectividad – dijo ella – ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Ofrecerle una escolarización?
- ¿Estas triste, de algún modo? – Wren busco bajo la cama entre las cajas vacías de barritas.
- Sí… Estoy avergonzada de que esto haya durado tanto tiempo. De pensar que podíamos continuar así. Y estoy triste porque ahora es en serio, se ha acabado el instituto. Era como si Abel fuera la última pieza de ese tiempo tan feliz, como si pudiera llevarlo conmigo para siempre.
- ¿Recuerdas cuando te regaló un cargador para el portátil en vuestro aniversario?
- Fue un buen regalo – Cath dijo, apuntando a su hermana. Wren cogió el dedo de Cath y lo tiro abajo.
- ¿Pensabas en el cada vez que te quedabas sin batería?
- Necesitaba otro cargador – Cath se apoyó en la pared otra vez, poniéndose de cara a Wren – Ese día me besó, en nuestro diecisiete mes, por primera vez. O quizás yo le besé a él.
- ¿Fue un beso apasionado? – Cath rio.
- No. Pero recuerdo que pensé… Que él me hacía sentirme segura – ella apoyó la cabeza en la pared – Recuerdo pensar que Abel y yo nunca seríamos como Papá y Mamá, que si Abel algún día se cansaba de mí, yo sobreviviría.
Wren seguía cogiéndole la mano a Cath. Ella la apretó. Después apoyó su cabeza en la pared, imitando a Cath. Cath había empezado a llorar.
- Bueno, lo pensaste – dijo Wren – Ahora, sobrevive. – Cath rio, y presionó sus dedos contra los ojos, para apartar las lágrimas. Wren cogió también esa mano – Sabes que me tienes para todo. – dijo ella.
- Para el fuego y para la lluvia. – suspiró Cath. Notó los dedos de Wren dando círculos en sus muñecas.
- Somos irrompibles.
Cath miró el pelo marrón y liso de Wren, y el brillo de acero, la corona de gris, que rodeaba sus ojos.
Tú lo eres”, pensó Cath.
- Hay algo más que quiero decirte – Cath dijo antes de que pudiera pesarlo dos veces – Hay, quiero decir, creo que hay… Ese chico.
Wren levantó sus cejas. Pero antes de que Cath pudiera decir nada más, oyeron voces y una llave en la puerta. Wren soltó las manos de Cath, y la puerta se abrió de golpe. Reagan entró y tiró su mochila junto a la puerta. Ella corrió hacia fuera antes de que Levi pudiera entrar.
- Hola Cath – dijo el, sonriendo - ¿Sois…? – miró a la cama, y calló.
- Levi – dijo Cath – esta es mi hermana, Wren. – Wren le tendió la mano. Los ojos de Levi estaban más abiertos que nunca. Él le sonrió a Wren y le tomó la mano, sacudiéndola. – Wren – dijo él – Que nombre más originales en vuestra familia.
- Nuestra madre no sabía que iba a tener gemelos  dijo Wren – Y no quería tener que pensar otro nombre.
- Cather, Wren… – por su cara, podrías haber dicho que Levi acababa de descubrir la sopa de ajo – Suena como Catherine, ¿no? – Cath pusó los ojos en blanco. Wren sonrió.
- Inteligente, ¿eh?
- Cath – dijo Levi, e intentó sentarse junto a Wren en la cama, a pesar de que no había espacio suficiente. Wren rio y se movió hacia Cath. Cath también se movió, de mala gana. “Si le das una pulgada a Levi…
- No sabía que tenías una madre – dijo él – O una hermana. ¿Qué más escondes?
- Cinco primos – dijo Wren – Y un montón de hámster obesos todos llamados Simon.
Levi sonrió completamente.
- Oh, déjalo. – dijo Cath con desgana – No quiero que te pongas cariñoso con mi hermana. ¿Y si os enamoráis? – Reagan volvió por la puerta abierta y miró hacia Cath. Ella vió a Wren y se encogió de hombros.
- ¿Esta es tu hermana gemela?
- ¿Tú sabías que tenía una hermana gemela? – preguntó Levi
- Wren, Reagan – dijo Cath.
- Hola – dijo Reagan, frunciendo el ceño.
- No te tomes nada de esto como algo personal – le dijo Cath a Wren – Ambos son así con todo el mundo.
- Me tengo que ir, de todos modos – Wren se bajó feliz de la cama. Llevaba puesto un vestido rosa, y unas medias marrones, y unos botines marrones con tacones y unos botones verdes a un lado. Eran los botines de Cath, pero Cath nunca tenía el valor de ponérselos. – Encantada de conoceros a todos – dijo Wren, sonriéndoles a Reagan y Levi – Te veo a la hora de comer mañana – le dijo a Cath.
Reagan la ignoró. Levi la despidió con la mano. Tan pronto como la puerta se cerró, Levi levantó los ojos otra vez. Azules.
- ¿Esa es tu hermana gemela?
- Idénticas – dijo Reagan, como si tuviera la boca llena de pelo.
Cath asintió con su cabeza, y se sentó en su escritorio.
- Wow – Levi se sentó rápidamente en su cama, de manera que estaba sentado justo delante de Cath.
- No estoy segura de qué estás pensando – dijo Cath – pero estoy bastante segura de que es ofensivo.
- ¿Cómo puede ser que el hecho de que tu hermana gemela esté súper buena ser ofensivo para ti?
- Porque – dijo Cath, muy alentada por Wren y, extrañamente, por Abel, y quizás incluso por Nick para dejar que esto le afectara ahora mismo – me hace sentir como la-fea-de-la-pareja.
- No eres la-fea-de-la-pareja – rio Levi – Sólo eres la-Clark-Kent-de-la-pareja.
Cath empezó a revisar su correo.

- Eh, Cath – dijo Levi, pateando las patas de su silla. Ella podía diferenciar el tono de broma en su voz – ¿Me llamarás cuando te quites las gafas y te conviertas en Superman?
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Perdonad. Ayer no pude publicar por temas familiares. Lo siento mucho. Espero que os guste este capítulo. ¡Comentad qué creéis que pasará a partir de ahora! Sus quiero.

19 jul 2014

SEIS.


“¿Papá? Llámame”
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“Soy Cath, otra vez. Llámame.”
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“Papá, deja de ignorar mis mensajes de voz. ¿Escuchas tus mensajes de voz? ¿Sabes hacerlo? Incluso si no sabes, sé que ves mi número en tus llamadas perdidas. Llámame, ¿vale?”
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“Papá. Llámame. O llama a Wren. No, llámame a mí. Estoy preocupada, y no me gusta preocuparme por ti.”
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“No me hagas llamar a los vecinos. Vendrán a ver cómo estás y no hablas Español, y será vergonzoso.”
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- ¿Papá?
- Hola Cath.
- ¡Papá! ¿Por qué no me llamabas? Te he dejado un millón de mensaje.
- Me has dejado demasiados mensajes. No deberías estar llamándome, ni siquiera deberías estar pensando en mí. Estas en la universidad, ¡vamos!
- Sólo es la escuela, papá. No es como si fuéramos enemigos irreconciliables.
- Cielo, he visto muchas series, como Zoey 101. Y los padres ni siquiera salían una vez Zoey y su hermano estaban en la escuela. Ahora te toca a ti, se supone que tienes que ir a fiestas y hace que chicos como Chase se enamoren de ti.
- ¿Por qué todo el mundo quiere que vaya a fiestas?
- ¿Quién quiere que vayas a fiestas? Sólo estaba bromeando. No quiero que salgas con chicos como Chase, Cath, es un friki. Todo lo que hace es perseguir a chicas y jugar a videoconsolas.
- Papás, ¿cómo estás?
- Estoy bien, cielo.
- ¿Estás solo?
- Sí
- ¿Estás comiendo?
- Sí.
- ¿Qué estas comiendo?
- Comida nutritiva.
- ¿Qué has comido hoy? Y no mientas.
- Algo ingenioso que he descubierto en QuickTrip: Es una salsa muy buena dentro una crep, y todo envuelto por un pan de perrito caliente.
- Papá…
- Vamos, Cath, me dijiste que no mintiera.
- ¿Podrías ir al mercado o algo así?
- Sabes que odio el mercado.
- Venden fruta en QuickTrip
- ¿En serio?
- Sí, pregunta a quien quieras.
- Sabes que odio preguntar.
- Haces que me preocupe por ti.
- No te preocupes, Cath. Compraré fruta, ¿vale?
- Esa es una promesa muy floja…
- Vale, iré al mercado.
- No mientas, ¿me lo prometes?
- Te lo prometo.
- Te quiero.
- Yo también te quiero. Dile a tu hermana que la quiero.
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Cath, soy papá. Sé que es tarde, y probablemente estés durmiendo. ¡Espero que estés durmiendo! Pero he tenido una idea. Es una buena idea. Llámame.”
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“¿Cath? Soy tu padre otra vez. Sigue siendo tarde, pero no podía esperar a que llamaras. ¿Sabes que los chicos van al baño arriba? Tu habitación está justo debajo del baño. Podríamos poner una trampilla. Y una escalera. Sería un atajo secreto al baño. ¿No es una maravillosa idea? Llámame Cath. Soy tu padre."
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“¡Cath! Mejor que una escalera, una barra de esas de los bomberos. Seguirías necesitando las escaleras para ir al baño, pero, Cath, una barra de bombero. Creo que puedo hacerlo yo mismo, sólo necesito una barra….”
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“¿Papá? Llámame.”
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“Llámame, ¿vale?”
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“Papá, soy Cath. Llámame.”
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Era viernes por la noche, y Cath tenía la habitación para ella sola.
Estaba intentando escribir Carry On, Simon, pero su cabeza seguía preguntándose… Hoy en clase, la profesora Piper les había entregado la historia que ella y Nick habían escrito juntos. La profesora había llenado los bordes de dieces, e incluso había dibujado una caricatura de ella misma, gritando “10” una decena de veces, por lo menos.
Ella había pedido a unos cuando equipos, los que lo habían hecho realmente bien, que leyeran en voz alta en clase. Nick y Cath habían sido los últimos, alternando parágrafos, de manera que cada uno leía lo que había escrito. Toda la clase rio. Probablemente porque parecía que Nick estuviera interpretando alguna obra de Shakespeare. Las mejillas y el cuello de Cath estaban ardiendo cuando se sentó en su sitio.
Después de clase, Nick levantó su meñique hacia ella. Cuando ella lo miró, dijo:
- Vamos, estamos haciendo un juramento. – Ella enroscó su meñique alrededor del de él, y él lo apretó con fuerza. – Compañeros automáticamente siempre que necesitemos uno, ¿prometido? – sus ojos eran tan profundos que hacían que todo lo que decía pareciera más intenso.
- Prometido – dijo Cath, apartando la vista.
- Maldita sea – dijo Nick, apartando su mano – somos jodidamente buenos.
- Creo que no podrá poner más dieces después de nosotros. – dijo Cath siguiéndole fuera de la habitación – la gente tendrá 9,99 durante los siguientes 8 años por culpa nuestra.
- Deberíamos volver a hacerlo – él se paró, de repente, en la puerta. Cath chocó su cadera con la de él, sin quererlo.
- Ya hemos hecho un juramento – dijo ella, parándose a su lado.
- No, yo quiero decir que no sólo para los deberes. Deberíamos volver a hacerlo sola y únicamente porque fue divertido. ¿Me entiendes? – Estuvo bien. Era la cosa más divertida que Cath había hecho desde… Bueno, desde que llegó aquí, por supuesto.
- Sí – dijo ella – Vale.
- Trabajo los martes y jueves por la noche – dijo Nick – ¿Podemos quedar el martes a la misma hora?
- Perfecto – dijo Cath.
Ella no había dejado de pensar en esto des de entonces. Se preguntaba qué escribirían. Ella quería hablar de esto con Wren. Cath había intentado llamar a Wren antes, pero ella no lo cogió. Ahora eran casi las once.
Cath cogió el teléfono y marcó el número de s hermano.
- ¿Sí, hermana-hermana? – contestó Wren.
- Hola, ¿puedes hablar?
- Claro, hermana-hermana – dijo Wren, riendo.
- ¿Estás fuera?
- Estoy en la décima planta de Schramm Hall… Es o que visitan todos los turistas cuando vienen a visitar el Schramm Hall. El Mirador. “Mira el mundo desde la habitación de Tyler” eso es lo que pone en la postal.
La voz de Wren era cálida y líquida. Su padre siempre decía que Wren y Cath tenían la voz igual, pero la de Wren era mucho más lenta que la de Cath, esa era la diferencia.
- ¿Vas borracha?
- Estaba borracha – dijo Wren – Ahora creo que estoy algo más.
- ¿Estás sola? ¿Dónde está Courtney?
- Está aquí. Estoy como sentada sobre sus piernas, pero no completamente.
- Wren, ¿estás bien?
- Sí-sí-sí, hermana-hermana. Por eso te he respondido al teléfono, para decirte que estoy bien. De manera que puedas dejarme en paz por un rato. ¿Vale-vale? – Cath sintió como se tensaba su cara. Más por dolor que por preocupación.
- Sólo llamaba para hablar de papá – Cath deseaba que fuera capaz de no usar tanto la palabra “sólo”. Era lo que decía cuando estaba cabreada, como cuando alguien se movía mucho cuando ella estaba intentando dormir. – Y de otras cosas. Cosas de… Chicos. – Wren rio.
- ¿Cosas de chicos? ¿Simon se ha vuelto a enamorar de Agatha? ¿Baz le ha convertido en un vampiro, otra vez? ¿O es que sus dedos se han enredado en sus pelos? Estás en la parte en la que Baz le llama ‘Simon’ por primera vez, porque siempre es una parte dura… Siempre es una triple alarma de fuego. – Cath apartó el teléfono, de modo que no tocara su oreja.
- Vete a la mierda – suspiró –. Sólo quería asegurarme que estabas ien.
- Bien-bien – dijo Wren, con voz monótona. Después colgó.
Cath dejó el teléfono en su escritorio y se apartó de él, como si fuera algo que le fuera a morder.
Wren tiene que estar muy borracha. O morada. Wren nunca… Wren nunca lo haría. Ella nunca había mentido a Cath sobre Simon y Baz. Simon y Baz eran…”
Cath se levantó para apagar la luz. Sus dedos estaban fríos. Se quitó los pantalones y se estiro debajo las sábanas.
Después se volvió a levantar para comprobar que la puerta estaba cerrada con llave, y miró por la rendija si había alguien fuera, en el pasillo desierto.
Se sentó de nuevo en su cama. Y volvió a levantarse.
Abrió su portátil, y lo cerró con un golpe.
“Wren tiene que ir morada. Ella nunca lo haría… Ella sabe lo que son Simon y Baz. Lo que significan Simon y Baz son…”
Cath se volvió a estirar en su cama y apretó sus puños contra el edredón, y después estiró ed su pelo hasta que le dolió.
Simon y Baz son intocables.”



- Esto no es divertido hoy – dijo Reagan, mirando sombríamente hacia la puerta el comedor.
Reagan siempre estaba de mal humor los fines de semana por la mañana (cuando estaba por ahí). Bebía mucho y dormía muy poco. No se había lavado el maquillaje de la noche anterior todavía, y aún olía a sudor y a humo de cigarro. “Esta es la Reagan del día anterior” pensó Cath.
Pero Cath no se preocupaba por Reagan, no como se preocupaba por Wren. Quizás porque Reagan parecía el Lobo Feroz, y Wren sólo era como Cath, pero con un corte de pelo más bonito.
Una chica entró en el comedor con una camiseta del equipo de fútbol de Huker, y unos tejanos. Reagan suspiró.
- ¿Qué pasa? – preguntó Cath
- Todos visten igual los días de partido – dijo Reagan – Y no puedo ver sus verdaderos seres feos y deformados… – se volvió hacia Cath – ¿Qué harás hoy?
- Me esconderé en nuestra habitación.
- Parece que necesites algo de aire libre.
- ¿Yo? – Cath se atragantó con el mordisco de bocata que acababa de tomar – Tú parece que necesites renovar tu ADN.
- Si parece esto es porque estoy viva – dijo Reagan – Porque he tenido experiencias, ¿me entiendes?
Cath miró a Reagan, y no pudo evitar sonreír.
Reagan llevaba lápiz de ojos alrededor de sus ojos. Como una Kate Middleton de culo duro. Y incluso si era más grande que la mayoría de chicas (caderas grandes, pecho grande, hombros anchos) ella iba como si el suyo fuera el tamaño que el resto de chicas quisieran tener. Y todo el mundo lo aceptaba incluido Levi, y todos los chicos que estaban con ella en la habitación mientras Reagan se preparaba.
- No lograrás ser así – dijo Reagan señalando a su resacosa cara – escondiéndote en tu habitación todo el día.
- Me lo apunto – dijo Cath.
- Hagamos algo hoy.
- Hoy hay partido. Lo más inteligente será quedarse en la habitación y evitar que nos derrumben la puerta.
- ¿Tienes algo rojo? – preguntó Reagan – Si nos ponemos algo rojo podemos ir por el campus y pedir bebidas gratis.
El teléfono de Cath sonó. Ella miró la pantalla. Wren. Colgó y la ignoró.
- Tengo que escribir, hoy – dijo ella.



Cuando volvieron a su habitación, Reagan tomó una ducha y se puso maquillaje nuevo, sentada sobre su escritorio, sujetando un espejo.
Se fue y volvió  unas horas después con bolsas del Target y con un hico llamado Eric. Después se fue otra vez y no volvió hasta la puesta de sol. Sola, esta vez.
Cath seguía sentada en su escritorio.
- ¡Basta! – medio gritó Reagan.
- Jesús – dijo Cath, girándose hacia ella. Le costó unos segundos que sus ojos enfocaran algo fuera de la pantalla del ordenador.
- Vístete – dijo Reagan – Y no discutas. No voy a discutir sobre esto contigo.
- ¿El qué?
- Eres un pequeño y triste ermitaño, y eso me jode. Así que vístete. Iremos a la bolera. – Cath rio.
- ¿A la bolera?
- Oh, vamos – dijo Reagan – Como si los bolos fueran la cosa más patética que haces. – Cath se levantó del escritorio. Su pierna izquierda se había quedado dormida. La sacudió.
- Nunca he jugado a bolos. ¿Qué debería ponerme?
- ¡¿Nunca has jugado a bolos?! – Reagan estaba incrédula - ¿No hay boleras en Omaha? – Cath se encogió de hombros.
- En la parte rica, quizás.
- Ponte lo que sea. Ponte algo que no tenga nada de Simon Snow, de manera que la gente no asuma que tu cerebro dejó de desenrollarse a los 7 años.
Cath se puso su camiseta roja de Carry On, Simon con unos tejanos, y se hizo una cola de caballo. Reagan frunció el ceño.
- ¿Tienes que llevar tu pelo así? ¿Es un tipo de cosa que lleváis los muermos?
- Yo no soy muermo.
- He dicho un tipo de cosa. – alguien picó a la puerta y Reagan abrió.
Levi estaba ahí, prácticamente daba saltitos de la emoción. Llevaba una camiseta blanca, que la había dibujado con un rotulador, añadiéndole un collar, botones en la parte e delante, también un bolsillo en el pecho con la inscripción “El rey de la pista” con una bonita letra.
- Vamos a hacerlo, ¿en serio? – preguntó.



Reagan y Levi eran muy buenas con los bolos. Según dijeron, había una bolera en Arnold, pero ni de lejos tan buena como esta.
Ellos tres eran los únicos por debajo de los 40 jugando a los bolos, cosa que no evitó que Levi se parara a hablar con todas y cada una de las personas del edificio. Habló con el chico que repartía los zapatos, con la pareja de jubilados en la otra pista, con un grupo de madres que estaban en algo parecido de competición que le echaron de ahí con el pelo despeinado y con un par de botellas de cerveza…
Reagan hacía como que no se daba cuenta.
- Creo que hay un bebé en la esquina al que has olvidado besar – le dijo Cath a Levi.
- ¿Dónde? – sus ojos se entornaron.
- No – dijo ella – Yo sólo estaba… – “Sólo.”
Levi dejó las botellas en la mesa. Llevaba tres vasos de plástico en la otra mano, que dejó caer sobre la mesa, y que cayeron de pie.
- ¿Por qué haces eso?
- ¿El qué? – Él lleno los tres vasos de cerveza, y le alargó uno a ella. Ella cogió uno sin pensárselo, después lo dejó en la mesa sin probarlo, siquiera.
- Ir tan lejos en tu intento de ser bueno con todo el mundo.
Él sonrió, pero ya estaba sonriendo, lo que significa que sólo sonrió más.
- ¿Crees que debería ser más como tú? – preguntó él, después miró afectuosamente a Reagan, que miraba con el ceño fruncido (más de lo normal) el camino de la pelota. – ¿O cómo ella? – Cath puso los ojos en blanco.
- Tiene que haber un feliz punto medio.
- Yo estoy feliz – dijo él – así que supongo que este es el punto medio.
Cath se compró una Coca-Cola de fresa del bar, e ignoró la cerveza. Reagan compró dos platas de nachos con sabor a queso. Levi compró tres pepinillos gigantes que picaban tanto que hizo que a los tres se les saltaran las lágrimas.
Reagan ganó la primera partida. Levi la segunda. Después, en la tercera, habló con el chico que llevaba las puntuaciones, y le pidió que pusiera el modo niño para Cath. Ella aún no había tirado ningún bolo.
A Cath sólo le quedaba dinero para comprarles un sándwich de helado de la máquina a cada uno.
- Realmente soy El Rey de la Pista – dijo Levi – Todo lo que escribo en mis camisetas es verdadero.
- Sin duda será verdadero esta noche en el Muggsy’s – dijo Reagan. Levi rio e hizo una ola con su papel del helado para tirárselo a ella. La forma en que se sonreían el uno al otro hizo que Cath se sintiera forzada a apartar la vista. Parecía que para ellos fuera muy fácil estar juntos. Como si se conocieran a la perfección, por dentro y por fuera. Reagan era más dulce, y más mala, con Levi de lo que lo era con Cath.
Alguien tiró de la coleta de Cath, y su mejilla tuvo que levantarse.
- Vienes con nosotros – dijo Levi – ¿verdad?
- ¿Dónde?
- Fuera. Al Muggsy’s. ¡La noche es joven!
- Y yo también – dijo Cath – No puedo entrar en el Muggsy’s.
- Vas con nosotros – dijo él –, nadie te parará.
- Tiene razón – dijo Reagan – El Muggsy’s es para los expulsados y los alcohólicos desesperados. Los de primer año nunca intentan colarse.
Reagan puso un cigarro en su boca, pero no lo encendió. Levi se lo robó, y lo puso entre sus labios.
Cath casi dijo que sí.
Pero en cambio, negó con su cabeza.



Cuando Cath llegó a su habitación pensó en llamar a Wren, pero en vez de llamarla a ella, llamó a su padre. Él parecía cansado, pero, por lo menos, no estaba intentando cambiar la escaleras por un tobogán acuático, para agilizar el bajar del piso de arriba al de abajo. Y había comido dos Comidas Sanas para cenar.
- Eso parece buena comida – le dijo Cath, intentando sonar esperanzadora.

Ella leyó algo para clase. Después se quedó despierta mucho rato trabajando en Cary On hasta que sus ojos quemaban y sabía que, en el instante que su cabeza tocara la almohada, se dormiría.